CHICUAROTES: LA PRUEBA QUE SE PUEDE HACER BUEN CINE

OPINIÓN - Jordi Salazar 03/07/2019 Jordi Salazar
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Gracias a distintos inconvenientes como el tumulto, filas largas, niños y bastantes cinéfilos bisoños que provocó el estreno de un blockbuster enfocado a saquear bolsillos y que seguramente debe ser algo entretenido pero insustancial; tardé en poder disfrutar de una película que, para su premier, se realizó sobre una trajinera en los canales más famosos de la ciudad: “Chicuarotes”

“Chicuarotes” es el gentilicio con el que se conoce a los habitantes de San Gregorio de Atlapulco, ubicado en Xochimilco, y hace referencia a un chile endémico de la zona que es muy resiliente, muy duro y muy picante. Les dicen así (a los habitantes) porque refleja su carácter.

El término también da nombre a esta entrega de Gael García Bernal, quien funge como director de la cinta. En esta, nos regala su visión de una parte de la CDMX que se nos olvida que existe, por un lado, muestra un extracto de la cotidianeidad de los pueblos que aún conviven en esta urbe, a su vez,  también cuenta las condiciones precarias y en ocasiones infrahumanas en las que habitan.  

Aunque la historia fue ideada y comenzó a escribirse el guion hace diez años, pareciera que el tiempo no pasa por las condiciones sociales en que “el Cagalera” (Benny Emmanuel) y “el Moloteco” (Gabriel Carbajal) viven día tras día.

Y sin olvidar que la historia cuenta dos días en la vida de estos personajes, quienes de bote pronto me recuerdan a Beto Batuca y Nacho Mostacho, la cinta nos transporta a ese lugar, hace sentir que somos parte del entorno, aunque para ser honestos, en muchos aspectos, es una vida que no conocemos dado que, sin ser arrogante, muchos de nosotros crecimos y vivimos en otro mundo, ese donde las carencias básicas eran pocas, incluso podíamos darnos el lujo de comer pastelitos que no estuvieran rancios.

García Bernal nos lleva entre la comedia y el drama, la realidad y ese espíritu anhelante de “el Cagalera”, la fantasía y la inocencia disfrazada de lealtad de “el Molocote”, hacia situaciones de una evidente desesperación, pero con soluciones torpes y resultados infames.

El largometraje se consolida gracias a las actuaciones de Leidi Gutiérrez, Dolores Heredia, Enoc Leaño, Daniel Giménez Cacho y Ricardo Abarca.

Después de las palomitas, la Coca – Cola y un par de baldes de agua fría, salí con un grato sabor de boca, sabía que este filme lo habían estrenado fuera de competencia en el Festival de Cannes, recibió buenas críticas, sin embargo, son estos momentos donde es notorio que importa mucho como te apellides en el mundo del séptimo arte, pues para desgracia de Gael el suyo es García Bernal y no Cuarón Orozco.

Chicuarotes es una película que probablemente no tenga las características técnicas que tiene “Roma”, pero puedo asegurar que la historia y las actuaciones son abismalmente superiores.

Cuarón conectó con cierto sector del público por la nostalgia de una colonia diametralmente opuesta a San Gregorio de Atlapulco, García Bernal lo hace por una realidad que de una u otra manera nos conecta a todos.

** Jordi Salazar es apasionado por las letras, las ideas y las imágenes, doctorado en estos temas y amante férvido del Jim Beam. Ha participado en distintos foros de discusión sobre temas políticos y sociales, además de colaborar en diversos eventos culturales de gran relevancia. Orgulloso de ser la nueva adquisición (gracias a un generoso pago), del portal Voces y Jarillas.

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