Apuntes en la cuarentena

Güeros

CULTURA 13/11/2020 René Aguilar Díaz
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Tomás es un adolescente cuyas bromas son pasadas de lanza, al grado de arrojar globos con agua a los transeúntes, desde la azotea de su casa.
El colmo llega cuando tira un globo sobre una mujer que está huyendo, presumiblemente, de una escena de violencia familiar: el colmo del colmo es que la joven mujer lleva su bebé en una carriola.
Esa travesura pinta de cuerpo completo a Tomás el incorregible. Su madre decide entonces, con toda la aparente calma de una mujer que no tiene margen de maniobra para meter en cintura al chamaco, que lo enviará a la ciudad de México con su hermano, el universitario Federico, mejor conocido en el ambiente estudiantil como Sombra.
Sombra vive junto con Santos, su compañero de cuarto o roomie”, para usar el anglicismo de moda. Sombra y Santos son dos jóvenes bien intencionados pero un poco tarambanas que, con el pretexto de divergir de la huelga estudiantil en la Universidad, holgazanean de lo lindo, procrastinando, se mal alimentan, no pagan la energía eléctrica, y en cambio se la roban de los vecinos del departamento de abajo.
Con desgano, Tomás se integra a ese espeso y a veces viscoso ambiente y una mañana leyendo el periódico se entera de que Epigmenio Cruz está en el hospital aquejado por una cirrosis lacerante. Epigmenio Cruz es un músico mítico para Sombra y su hermano Tomás, pues el padre de ellos lo escuchaba cuando joven y les heredo el gusto a sus hijos. “Este güey hubiera salvado al rock nacional”, dice Sombra en una ocasión. Tomás saca siempre a relucir una frase que, dice, le escucho a su padre: “Una vez hizo llorar a Bob Dylan”.
Tomás se obsesiona con buscar al músico y ahí comienza la odisea: una especie de “road movie” chilanga.
Alonso Ruizpalacios, el director ―quien recibió en su momento cinco estatuillas Ariel, por opera prima y mejor película entre otros―, recrea de manera bastante atinada la atmosfera, de mil rincones, de la inefable ciudad de México, a veces opresiva, a veces luminosa. La factura en blanco y negro del filme acentúa la idea de Ruizpalacios para transmitirnos ese ámbito dual de las calles de la ciudad: el taxista que despotrica contra las manifestaciones de los estudiantes, los multifamiliares impersonales y a la vez iluminados y herrumbrosos, en los que no sirven los elevadores y las escaleras con estrechas y asfixiantes. Cada vez, en diferentes ocasiones, los personajes preguntan “en donde estamos” y la respuesta es la misma: “en la Ciudad de México”, aunque el paisaje haya cambiado radicalmente: sur, norte, poniente, oriente y centro, son una misma ciudad y a la vez todo un universo.
La historia además gira en torno a un tiempo particular: una huelga que paralizó a la Universidad Nacional (presumiblemente la huelga de finales de los años 90 y que se extendió unos nueve meses, motivada por la imposición de un absurdo Reglamento General de Cobros, que dejaría a gran parte de jóvenes de bajos recursos sin oportunidad de estudiar una carrera) a la que el director echa un vistazo para dejar constancia de los varios problemas que aquejaron a ese movimiento, como la fragmentación y desencuentros de los diversos grupos estudiantiles.
Entre las varias “historias” o reflexiones que Ruizpalacios nos propone está la de la decepción: los hermanos, acompañados por Santos y ahora por Ana, compañera sentimental de Sombra, lleva al grupo, a una búsqueda de ellos mismos, de respuestas para sus preguntas, pero también de sus sueños. La pesquisa y búsqueda de Epigmenio recuerda a aquel documental sobre el cantautor de origen mexicano, Sixto Rodríguez, que fuera durante décadas un emblema, una figura mítica de la música en Sudáfrica, pero que él ignoraba. Guardado toda proporción, la existencia de Epigmenio Cruz, más ficticia, de todos modos implica un escenario dónde se cuestiona a los mitos, con todos sus alcances.
Mención aparte merece el diseño de la banda sonora: una recreación de canciones de Agustín Lara, que se mezcla y se envuelve con los ruidos cotidianos de la obsesión y el tedio de vivir en un departamento opresivo pero también de una ciudad tan caótica y luminosa como la Ciudad de México. 
“Güeros” se proyectará este sábado a las 16:00 horas, cuatro de la tarde, en el Auditorio Dr. Miguel León Portilla del Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, dentro de un programa llamado “La Cineteca Mexiquense de gira”.

Güeros, película mexicana de Alonso Ruizpalacios, con Tenoch Huerta, Sebastián Aguirre, Ilse Salas y Leonardo Ortizgris. 2015.

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