De cómo Bruce Lee y John Coltrane influyen en la cultura popular; el arte de la disciplina, improvisación y humildad

​* Existe una relación filosófica y conceptual entre el jazz y las artes marciales, aunque no sea una conexión obvia a simple vista. He aquí algunas de sus esencialidades, conexiones y atributos compartidos.

SOCIEDAD08/09/2025Alex SancipriánAlex Sanciprián
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La improvisación es el corazón del jazz. Los músicos no solo tocan una melodía, sino que la reinventan en el momento; crean solos únicos y así responden a lo que tocan los demás.

 En las artes marciales no se sigue un guion preestablecido. Se debe improvisar y reaccionar de forma espontánea a los movimientos del oponente, adaptándose al momento para encontrar la mejor técnica.

 ​Es decir, la improvisación y la espontaneidad son claves. Son posibles gracias a una base sólida de disciplina y técnica.

 Un músico de jazz debe dominar su instrumento a la perfección para liberarse de las reglas y explorar nuevas ideas. De manera similar, un artista marcial debe dominar los movimientos, formas (katas) y fundamentos para aplicarlos de forma efectiva en una situación real.

 ​El ritmo y el "swing" son elementos esenciales. El músico se mueve con la música, y hay una conexión profunda entre su cuerpo y el instrumento.

 Los movimientos en las artes marciales buscan ser fluidos y rítmicos. Un practicante avanzado se mueve con una gracia que parece una danza; cada acción fluye de la anterior, casi como una coreografía improvisada.

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Tanto en el jazz como en las artes marciales, la meta no es simplemente la perfección técnica, sino la maestría que permite una expresión personal auténtica.

 Se trata de ir más allá de la mera ejecución y transmitir algo propio, ya sea una emoción, una historia o una filosofía.

 Repetir los fundamentos es el camino para alcanzar un estado donde la expresión fluye sin esfuerzo consciente.

 No pocas artes marciales tradicionales están imbuidas de una filosofía de vida, con principios como el honor, respeto, humildad y el autocontrol. No se trata solo de pelear, sino de un camino de autoconocimiento y desarrollo personal.

 El jazz, a menudo, es visto como un reflejo de la vida. Su historia está ligada a la resiliencia y la expresión de un pueblo oprimido. La música habla de libertad, de la lucha y la capacidad de crear algo bello a partir de la adversidad. La actitud del músico, su ética de trabajo y su capacidad para escuchar y colaborar con otros, son parte de esta filosofía.

 ​De tal manera, la conexión entre el jazz y las artes marciales radica en que, en un nivel profundo, son disciplinas que utilizan la técnica y la disciplina como vehículo para la improvisación y la expresión personal. Ambas exigen una inmersión total del practicante, donde el cuerpo, la mente y el espíritu se unen para crear algo único en el momento presente.

 ​Los atributos del jazz y las artes marciales —ritmo, disciplina, cautela, velocidad, honor e improvisación— se manifiestan en sus grandes exponentes a través de la maestría que les permite la liberación creativa.

 Estos artistas no solo ejecutan técnicas, sino que las internalizan hasta el punto de que se convierten en una extensión de su ser, permitiéndoles una expresión que parece espontánea, pero que es el resultado de una práctica rigurosa.

Charlie Parker "Bird" es el ejemplo por excelencia de la improvisación y la velocidad en el jazz. Su estilo bebop, caracterizado por solos vertiginosos y complejos, no surgió de la nada. "Bird" pasó años encerrado, practicando su saxofón hasta 15 horas al día, estudiando cada acorde y cada nota. Esta disciplina implacable le permitió una libertad asombrosa para improvisar, creando melodías que rompían las reglas armónicas y rítmicas de su tiempo. Su música era una expresión pura de su mente, un flujo de ideas tan rápido que los demás músicos apenas podían seguirlo.

 Miles Davis encarnó la cautela y la disciplina. A diferencia de la exuberancia de Parker, el estilo de Davis era minimalista y meditativo. Su fraseo se caracterizaba por las pausas y las notas "correctas" tocadas en el momento justo, un uso magistral del silencio. Como él mismo dijo: "A veces tienes que tocar mucho tiempo para ser capaz de tocar como tú mismo". Esta cautela no era timidez, sino una profunda confianza en que el espacio entre las notas era tan importante como las notas mismas. Miles disciplinó su sonido para que cada nota tuviera un propósito y un peso emocional.

 John Coltrane simboliza la fusión de disciplina y espiritualidad. Con una ética de trabajo legendaria, Coltrane se sumergió en el estudio de las escalas y los acordes, llevando su técnica a extremos inauditos. Esta obsesión técnica fue el vehículo para su búsqueda espiritual. Su música, especialmente en obras como A Love Supreme, se convirtió en una forma de oración, una manifestación sonora de su fe y su deseo de trascender. La disciplina se convirtió en devoción.

​Bruce Lee es el máximo exponente de la improvisación y la disciplina en las artes marciales.

Aunque entrenó en el estilo de Wing Chun, rápidamente vio las limitaciones de los sistemas rígidos. Su filosofía, el Jeet Kune Do ("el camino del puño interceptor"), se basaba en la premisa de "usar el no-camino como camino". Para Lee, la verdadera lucha era una conversación donde la improvisación y la fluidez eran clave. Sin embargo, para llegar a este punto, sus estudiantes debían dominar una variedad de técnicas de múltiples disciplinas, despojándose de lo innecesario para encontrar su propio estilo.

 Jackie Chan ha llevado la improvisación y el ritmo a una forma de arte única en el cine. Su estilo de "estilo borracho" (Drunken Master), que imita a una persona ebria, es un ejemplo perfecto de cómo el engaño y el ritmo impredecible pueden confundir a un oponente. A pesar de la naturaleza cómica de sus movimientos, cada acrobacia y cada golpe son el resultado de años de disciplina y una coordinación increíble, permitiéndole improvisar secuencias de lucha que parecen caóticas pero que están perfectamente coreografiadas en el momento.

 Por otro lado, ​El honor ha sido un pilar en la tradición de las artes marciales, manifestado en practicantes a lo largo de la historia que han usado sus habilidades para proteger a otros y honrar a sus maestros, al evitar el conflicto innecesario y mostrando humildad. Este principio es la cautela en su máxima expresión: saber cuándo no pelear y reconocer que la verdadera fuerza reside en el autocontrol y el respeto.

 Todos estos ejecutantes demuestran que la maestría no reside en la acumulación de conocimiento, sino en la capacidad de transformar ese conocimiento en una expresión auténtica y sin límites.

El ritmo, cautela, disciplina, velocidad, honor y la improvisación son conceptos que fluyen de manera interconectada tanto en el jazz como en las artes marciales.

 Aunque se manifiestan de forma diferente, la esencia de su aplicación es similar: la maestría de la técnica y la mentalidad necesarias para expresarse libremente en el momento.

​La improvisación es el elemento más fundamental y definitorio para ambos. En el jazz, es la creación espontánea de melodías, armonías y ritmos sobre una estructura musical conocida. No es un caos, sino una conversación musical donde los músicos se escuchan y responden, construyendo algo nuevo en tiempo real.

 ​En las artes marciales, la improvisación se manifiesta en el combate. La capacidad de improvisar con fluidez demuestra un dominio profundo de las formas y técnicas básicas.

 ​La disciplina es el cimiento sobre el que se construye todo lo demás. En el jazz, un músico debe dedicar innumerables horas a practicar escalas, acordes y piezas estándar para desarrollar la destreza necesaria que le permita improvisar sin esfuerzo. La disciplina mental es vital para mantenerse concentrado y escuchar a los otros músicos.

​De forma similar, en las artes marciales, la disciplina es indispensable. Es el pilar del entrenamiento, de la repetición de movimientos y formas (katas), y del desarrollo del autocontrol. Sin disciplina, la improvisación en el combate sería caótica e ineficaz. Es la práctica constante lo que permite que el cuerpo reaccione de manera instintiva y precisa.

 ​El ritmo es la base de cualquier manifestación. En el jazz, es la fuerza motriz que guía la música, un pulso constante que permite a los músicos jugar con el tiempo, adelantándose o retrasándose del pulso. La velocidad es la capacidad de ejecutar notas rápidas y complejas con precisión.

En las artes marciales, el ritmo se relaciona con el tempo de una pelea, la fluidez y el "flow" de los movimientos. Un buen practicante sabe cuándo acelerar o ralentizar sus acciones para sorprender al oponente.

La velocidad no es solo moverse rápido, sino la capacidad de reaccionar y ejecutar una técnica de forma explosiva y con precisión en el momento oportuno.

​La cautela se refiere a la prudencia y la atención plena. En el jazz, un músico debe ser cauteloso; escuchar activamente a sus compañeros para no tocar por encima de ellos, para saber cuándo es su turno de tomar el protagonismo y para reaccionar a las señales musicales.

​En el combate, la cautela es el arte de la estrategia. Se trata de observar al oponente, anticipar sus movimientos y no exponerse imprudentemente. Es un atributo esencial para la supervivencia y el éxito.

 ​El honor, aunque menos tangible en la música, se manifiesta en la ética de trabajo y en el respeto por los maestros y las tradiciones. Se trata de reconocer las raíces del género y de honrar el legado de los músicos que vinieron antes. En las artes marciales, el honor es un principio central del Bushido, el código moral del samurái.

Incluye el respeto por el oponente, el maestro y por uno mismo, así como la honestidad y la integridad dentro y fuera del dojo.

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