Sólo una mujer; ¿A Alá le disgusta el cabello de las mujeres?

Segundo día de la 71 Muestra Internacional de Cine en Chapingo.

CULTURA 26/05/2022 René Aguilar Díaz
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“Ni una más”, parece ser el alegato de fondo, sin embargo, Sherry Hormann, en esta película, “Sólo una mujer”, lo plantea con una fuerza incuestionable, de suerte que rebasa la cuestión de “un feminicidio más”.

La directora alemana cuenta la historia real de Hatun Sürücü, una chica berlinesa de origen turco que fue “asesinada por honor” por su propio hermano.

Aynur, como todo mundo conoce a la joven, en su niñez y adolescencia es una muchacha musulmana como cualquiera otra, obediente de sus padres y observadora de la estricta tradición religiosa de su familia. Cuando adolescente aún, viaja con toda la familia a Estambul para ser desposada con un primo (boda acordada y arreglada entre los padres, por supuesto). Cuando el matrimonio se torna “un infierno” para ella, huye hacia la casa paterna en Alemania. Regresa embarazada y con las huellas de la violencia que el marido ejerce. Primera ruptura de las reglas y las tradiciones: una mujer no puede abandonar a su marido. Los hermanos discuten: “si le pega es porque la quiere”.

Poco tiempo después, con un bebé recién nacido, y sin el padre de la criatura junto a ella, es una deshonra para la familia y una molestia para las hermanas que duermen en la misma recamara. Segunda ruptura de la tradición: se larga de la casa paterna para vivir por su cuenta; estudia y trabaja como cualquier otra muchacha en el Berlín que ve despuntar el siglo XXI.

Un parlamento entre dos chicas plantea un asunto de fondo sobre la interpretación del libro sagrado de los musulmanes: una de ellas pregunta cuando es conminada a cubrirlo con el hiyab (el velo con el que deben cubrir la cabeza las mujeres musulmanas) “¿Acaso a Alá le disgusta mi cabello?”, y otra le responde “Claro que no, pero si lo cubres no permitirá que los hombres lo vean”, o alguna cosa absurda por el estilo.

Entre contradicciones y sentimientos ambivalentes respecto de su familia (“hay un día que los quiero y al siguiente los odio”), Aynur sigue rompiendo las reglas y las asfixiantes tradiciones: empieza a fumar, deja el hiyab a un lado, tiene un novio alemán, etcétera. Los hermanos empiezan a hostigarla, a insultarla por teléfono, a amenazarla, instigados por el Imán de la mezquita a la que asisten a rezar. Ella desestima los consejos de que acuda a la Policía a levantar una denuncia. El desenlace, como en la crónica de una muerte anunciada, llega inexorable: al hermano menor, que “ha quedado al frente de la casa” (el padre está en Turquía y los hermanos atienden sus propias familias) le “corresponde” lavar el honor de la familia.

Hormann recurre a la voz en off de la propia Aynur, ya muerta, para conducir al espectador por cada secuencia. A ese recurso narrativo, hasta cierto punto en desuso en el cine de los tiempos recientes, la directora le da una vuelta de tuerca al contrapuntearlo con escenas reales de periódicos que cubrieron el asesinato y con secuencias de fotos fijas más bien fugaces que nos sitúan en los puntos dramáticos. Un recurso creativo, para mi gusto, que permite mantener a la cinta al margen del panfleto feminista para hacernos testigos abrumados por el verdadero drama, el atroz asesinato… y la paradoja: Aynur había decidido marcharse de Berlín, a otra ciudad lejos de ese ambiente al que ya no pertenecía; el hermano salió de la cárcel después de solamente siete años; los otros hermanos ―el mayor fue implicado por haberle proporcionado al otro el arma con que mató a su hermana, aunque nunca se pudo comprobar―, huyeron a Turkia donde fueron enjuiciados y absueltos.

 Sólo una mujer (Nur eine Frau), película alemana de Sherry Hormann; guion de Florian Öller, Matthias Deiß y Jo Goll, con Almila Bagriacik, Merve Aksoy, Aram Arami, Mehmet Atesci, Selin Dörtkardes. 2019.

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