Cuando el perro se va

OPINIÓN - Jordi Salazar 23/10/2021 Jordi Salazar
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He llegado al punto donde no sabes si eres viejo, si eres joven o cuál es la medida entre ambos. Estoy triste, al filo desconsolado. 

Uno de mis perros, el que rescaté de una persona que lo tenía en el abandono, en una situación donde le dabas 4 minutos de vida, llegó en el momento adecuado para ambos.

Hace dos días se escapó, haciendo que cualquiera reconozca que cuando vemos la libertad seguimos sin saber qué sigue, aun teniendo todo; sería algo así como la analogía de mi vida.

He llegado a pensar que mi trayectoria ha sido el conjunto de una serie de eventos meramente accidentales, aunque también, algo así como planeado por el universo.

Sin embargo, quiénes somos para decir que somos exitosos, es decir, podemos tener la tranquilidad de vivir bajo un techo, o ser alguien que vive bajo las estrellas, nos damos el lujo de pregonar las bondades de la pobreza.

Quiero expresar, podemos hablar desde ser aspiracionista, o desde un punto nefasto, solo que la última opción no te da margen de maniobra.

Somos lo que vivimos, dónde estamos, y creemos que la vida parte de ahí. 

Así las cosas, no consideramos las carencias, los lujos, los momentos que hacen que la vida siga, no la esencia de las personas, solo su fortuna fortuita.

Es casi como con los animales: algunos nacen en cuna o jaula de oro, donde después los venden, algo así como nosotros, donde la adversidad en su panorama existe, sin embargo, quizá haya quien te rescate.

Las cosas fueron distintas para mi Bruno, quien se fue dejando esa serie de comodidades que él no conocía, pero las disfrutaba.

Lo mismo pasa con la sociedad. En ocasiones no somos conscientes de las ventajas, privilegios, comodidades y carencias en las cuales habitamos, y quizá por eso nos envalentonamos a buscar ese estacionamiento de al lado, donde no hay restricciones aparentes, para experimentar los siguientes momentos de nuestro porvenir. 

Sigo pensando que Bruno regresará, esperando la urgencia de su vida anterior.

Y mi analogía no es para la sociedad mexicana, es solo para recapacitar que quizá estamos viviendo una vida de perros.

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