Y ¿tú qué haces, mujer?

** A menudo me pregunto qué hacemos cada una de nosotras para abonar al cambio que pretendemos. El 8M es buen momento para reflexionar lo que hacemos desde las trincheras particulares y cotidianas.

ACTUALIDAD07/03/2024 Ana García
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El Ocho de Marzo, es un día con mucho interés internacional. Se conmemora la lucha de la figura de la mujer en la sociedad.


Está lucha puede surgir desde un complejo psicológico llamado “complejo de castración” en donde Freud desglosa el miedo que el hombre tiene a perder el falo y a la mujer la describe como inferior por no poseer algo que, a simple vista, el hombre tiene.


Según el célebre médico austriaco, el conflicto de castración se desarrolla a partir de los cinco años de edad, y no es algo que se presente exactamente cronológico. Pero sin duda comienza la era del poder, dominio y con ello el juego de la sumisión. Esta situación ha trascendido a lo largo de la historia y de muchas maneras. El marketing, los chistes velada o francamente machistas y misóginos, incluyendo el reforzamiento de las pautas de conducta y los roles sociales, ha contribuido a ello de manera determinante. Como todo cambio, toma tiempo ver de forma significativa los resultados. Por lo tanto, “los privilegios” o los cambios logrados (aunque sean pocos) son gracias a ese gran esfuerzo que las mujeres han hecho y siguen haciendo.


A menudo me he preguntado que hacemos cada una de nosotras para abonar a ese cambio.

Seguramente cada una desde las trincheras particulares y cotidianas hacemos lo que tenemos que hacer. Aunque igual habrá, como todo en la vida, quienes tomen el devenir de la vida con indiferencia o apatía, ya sea por desinformación o por una especie de atavismo que limita nuestro horizonte y no nos deja ver un poco más allá.


Me gusta tomar como ejemplo de mujeres con gran lucha: a María Teresa de Calcuta, la misionera de la caridad. La calidad de la atención ofrecida a los pacientes con enfermedades terminales en los hogares para moribundos, quien fue criticada igualmente por la prensa médica al defender las formas poco higiénicas y la deficiencia para resolver problemas sanitarios.


Otro gran personaje es Elizabeth Blackwell. Eligió la medicina, no porque le encantara la ciencia o le importara la curación (de hecho, pensaba que la enfermedad era un signo de debilidad y encontraba repugnantes las funciones corporales) sino porque era una forma inusualmente clara de demostrar su punto.


La lucha y el esfuerzo, ahora todos lo sabemos, ha sido arduo y duro: si una mujer lograba tomar asiento en la sala de conferencias de una escuela de medicina y aprobar todos los exámenes requeridos para obtener un diploma, ¿quién podría argumentar que no estaba calificada para ser doctora?


La lucha seguirá porque aún hay cosas que cambiar, pero como mencioné, quizá no de una forma tan marcada como antes, pero si haciendo presencia. Machismos, micromachismos, misoginia y abuso y represión son los verdaderos rivales. Debemos hacer nuestro trabajo. El que a cada una le toca, pero no hay que soltar los estandartes de la igualdad y el respeto.

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