Espléndido concierto de Héctor Infanzón en el CCMB-Texcoco

** “De lujo, gozoso, impresionante”, fueron algunos de los comentarios del público, escaso pero receptivo. Infanzón, compositor, arreglista y productor, es hoy por hoy uno de los mejores exponentes del jazz mexicano.

CULTURA - Fueron los días de ayer10/08/2023 René Aguilar Díaz
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Héctor Infanzón pasa sus dedos expertos por el teclado del Steinway & Sons: se asoma una sonrisa a sus ojos y afirma “Qué buen piano… yo creo que es el equivalente a un Rolls Royce…”.

El piano es instrumento regular de la dotación de las Orquestas Sinfónica y Filarmónica del Edomex. El lugar es la Sala de Conciertos Elisa Carrillo, donde Infanzón se dispone a dar una clase magistral a un trío de jóvenes músicos.

En eso está, repasando suavemente “las blancas y las negras” —como dijeran los rumberos—, cuando Luis Manuel García, director del Conservatorio Mexiquense, le da la noticia de que los estudiantes tuvieron un percance en su auto y, aunque no es grave, no llegarán a la clase por atender la inevitable monserga de los ajustadores de seguros. Luis Manuel sale de escena e Infanzón me hace un gesto con el que pregunta si puede seguir tocando. ¡Por supuesto!, faltaba más, le digo con otro gesto… 

Infanzón, como otros maestros, forman parte de la plantilla del Tercer Festival de Música Los Volcanes, que tiene entre otros objetivos brindar oportunidades a los estudiantes de música e incluso a los músicos profesionales, de actualizarse y/o refrendar sus conocimientos con maestros de primer nivel.

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Al redactor de estas líneas le toca hacer de chalan en el Festival mencionado, o sea que debo apoyar, junto con mis compañeras Angélica, Carolina y Frida, en la logística: resolver los detalles, casi siempre nimios: lo mismo conseguir que conecten el Wi-Fi o ver que suministren la cafetería o que los chicos de tramoya suben y bajen las varas y pongan a punto la iluminación, y quehacer de maestro de ceremonias. Así que, por supuesto, me tomo la atribución y le hago un gesto al maestro de que el piano es, en ese momento, todo suyo. Él empieza a repasar partes del concierto que va a presentar al día siguiente, como parte del programa, además de sus clases (malogradas).

Entre pieza y pieza conversamos, y no me quedo con las ganas de preguntarle (deformación profesional) cuál es la característica que hace a Bill Evans o a Chick Corea ser Bill Evans y Chick Corea. Héctor, generoso, me lo explica con ejemplos ¡en vivo, en ese teclado del Steinway & Sons!

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Lo que les platico sucedió el martes 8, de este enloquecido mes de agosto (unos días llueve otros hace calor agobiante). Ayer miércoles 9, Héctor Infanzón brindó el concierto programado.

Abrir de boca con una pieza del entrañable maestro, orgullo veracruzano, Mario Ruiz Armengol: melodías bellas que, la neta, mecen como una hamaca en la playa. Héctor infanzón destila la esencia ruizarmengoliana, no en balde estudio con él: tomaba clases en un estudio de la XEW en el que don Mario iba a tocar cada día, según me contó el propio Héctor. Después, Infanzón ataca composiciones suyas. Y esto es un deambular, un ir y venir, viajar por armonías y temas que dibujan paisajes apacibles que casi sin notarlo se transforma en espirales intensas que bajan y suben y llenan la Sala de conciertos de electricidad.

También tocó algún tema de Astor Piazzola, con improvisaciones que seguramente nunca volverán a repetirse. Después del tema inicial, el maestro Infanzón se “perdía”, viajaba por escalas y armonías que era mejor no tratar de seguirlas y solamente sentirlas, dejarse llevar por “la impresión” de ese momento irrepetible. Así es el Jazz: si lo piensas demasiado te puedes perder de un momento de gozo puro.

El encore fue, si no me equivoco, Nereidas, añejo y riquísimo danzón. Otra vez: el tema y después las espirales, los dobleces las idas y vueltas, las bajadas y subidas, las descargas de música gozosas y gratificante. Una técnica pianística que se escapa a la comprensión de un profano como yo, pero que sin duda no es virtuosismo fatuo, sino que, por el contrario, despierta caudal de emociones.

Y el público receptivo. Poco para una Sala que puede recibir mil y cacho de almas. Pero como, precisamente, este tipo de manifestaciones no tratan de llenar espacios sino almas, el objetivo se cumplió, según este redactor.

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